Disparan,
y me cubro en la barricada
que me desconecta de la vida.
Metralleta en mano,
como profeta de la rabia,
protector del dolor,
disparo a matar
escupiendo a todo;
y el corazón en prisión.
¡Orgullo!
Fiel compañero
que me mantiene en pie.
Falso bastón de hielo
que tan sólo se debe
a la ausencia de calor.
¡Pobre tristeza!
que no planta cara a la vida.
¡Desgraciada la vida!
que incomprendida y paciente,
grita insistente con sabiduría:
¡Que no hay otra manera de
hacer callar a las balas del dolor,
que desencadenando al corazón! Jonbi.2011.Can Queixal